El resultado fue el nacimiento de Fiat Automóveis y de una enorme planta de 2.2 millones de metros cuadrados en Betim, Belo Horizonte.
De allí salieron las primeras 3.153 unidades de este nuevo modelo, que sería llamado 147. Aunque mantuvo la disposición del motor delantero transversal, y el embrague, caja de cambios y diferencial en un solo bloque –una de sus principales novedades y que se convertiría en regla del segmento–, el motor de 903 cm3 con 47 caballos del 127 se sustituyó por uno de 1.049 cm3 y 52 caballos de potencia.
Su llegada a Colombia se marcó en 1979 cuando la Compañía Colombiana Automotriz, que ya había ensamblado el 128, comenzó a comprar las partes de Brasil para comenzar el ensamble local del 147. Por tal razón, su frontal era el mismo que el del modelo brasilero, con los faros delanteros cuadrados unidas por las persianas de la parrilla, las direccionales debajo de los faros y un parachoques metálico con revestimiento de caucho.
Al interior se podían encontrar unas sillas delanteras reclinables y con apoyacabezas, cinturones de seguridad delanteros y, por supuesto, la banca trasera abatible. Las luces traseras eran totalmente rojas salvo por la iluminación de la reversa y en el perfil resaltaba la rejilla de ventilación tras el vidrio trasero.
Poco a poco se fueron incorporando más piezas nacionales, como vidrios con un leve tinte verde y las copas cromadas provenientes del 128; y en 1981 se introdujeron algunos retoques exteriores como la nueva parrilla, luces y un parachoques en fibra de vidrio.
Ayudado en parte por el motor 1.3 de los últimos modelos, fue muy popular entre el público joven, aunque eso también selló un destino protagonizado por accidentes que hoy se traducen en pocas unidades y con un pasado “ajetreado”. De cualquier forma, el recuerdo del éxito de su novedosa sencillez aún perdura en la mente muchos ex propietarios y amantes.