La respuesta tiene dos frentes. No era exacto, pero ahora sí.
Los viejos velocímetros que indicaban esta magnitud mediante la conexión entre la piñonería de la caja de velocidades con una guaya y un ingenioso mecanismo en el instrumento son muy imprecisos y, en muchos casos, deliberadamente hechos así.
Los actuales, que dependen de señales electrónicas que son exactas y pasan por el computador del vehículo, indican la velocidad con precisión muy alta y son confiables plenamente, salvo que se hayan cambiado las medidas de las llantas, lo cual afecta totalmente la lectura, pues marcará menos de la velocidad real si son más grandes, y viceversa.

Por supuesto, hablando de esta materia y sus consecuencias, hay que resaltar que nada nuevo tiene lo de las fotomultas por velocidad. Hay registro del primer parte en 1896, impuesto al señor Walter Arnold en Paddock Wood, Inglaterra, con justa causa y ¡reconocimiento facial! Lo interceptó un policía en bicicleta que lo castigó por ir a 12 kilómetros por hora sin la respectiva escolta con banderas de prevención y superando la máxima permitida de 8 kph. En ese entonces, las bicicletas eran más rápidas que los carros y podían hacer las persecuciones. En la corte, Arnold fue amonestado y multado con un chelín, sentencia leve explicada por la falta de medios de comprobación.
Se dice que el velocímetro lo inventó la Warner Electric Company, que adaptó un mecanismo industrial que se usaba para contar la velocidad de unas herramientas, pero el primer automóvil en ofrecer este novedoso aparato fue el Oldsmobile Curved Dash Runabout de 1901, aunque la patente la registró poco después el ingeniero alemán Otto Schulze. Una guaya transmitía el movimiento de los piñones de la caja a un imán que gira en el instrumento y crea un campo que arrastra la aguja indicadora. Este sistema, con algunas evoluciones, sobrevivió hasta la llegada de la electrónica.
Por supuesto, es muy errático y manipulable y todo el mundo sabía que esos medidores indicaban más de la cuenta y los justificaban como una medida para inducir miedo y prevención al conductor, por lo cual fueron en realidad los primeros controles de velocidad que hubo. Además, los instrumentos llevaban impresa una hipotética cifra de velocidad máxima a la cual los carros nunca llegaban, pero la gente consideraba que lo que estaba en la carátula del velocímetro era su real poderío en la ruta. “Ese carro da 200”, decían por lo que leían.

El primer velocímetro electrónico apareció en un Aston Martin Lagonda de 1976 y, además, tenía una presentación digital. Funcionaba con una señal que informaba la velocidad de las ruedas, y hoy es el estándar de la industria, bien sea por esta señal o también desde elementos de la caja de velocidades.
¿Le puede creer a su velocímetro para ajustarse a los límites de velocidad? La conclusión es que debe hacerlo porque, aunque tenga dudas, hoy esos indicadores son muy precisos tanto para evitar que el conductor se sobrepase, como a la vez para que las instrucciones coincidan entre lo que verán las cámaras y los radares, con lo que supuestamente quien maneja va observando. Y también porque el conductor puede reclamar ante el fabricante del carro por eventuales errores del velocímetro que lo lleven a cometer involuntariamente infracciones.
Si tiene un carro con el viejo sistema, cuídese porque este nació débil y con el tiempo la indicación puede ser muy equivocada y llevarlo a violar los límites cándidamente por hacerle fe a su ‘espidómetro’, criollismo del verdadero nombre ‘speed odometer’, que, a su vez, significa un doble servicio que suele haber en el instrumento: marca la velocidad (speed) y la distancia recorrida (odometer), tema este sobre el cual volveremos en otra ocasión.